Finalmente iremos a Mallorca como todos los veranos porque mi Felipín dijo que le apetecía ir a escuchar algún que otro abucheo para motivarse. Yo no necesito que me motiven con abucheos. Me motivan mucho más los aplausos y que me griten guapa y esas cosas que nos gustan a las mujeres. Así que estamos preparando ya el equipaje. Mucho no llevaremos porque hace calor y con un trapo cualquiera ya te cubres.
Estos días ando por Galicia en medio de los militares. Mi doncella Maripuri me dijo que fuera discreta y creo que me pasé cuatro pueblos. Ahora me miro en las fotos y no me gusto nada. ¿Quién me mandaría a mí ponerme esa blusa que parece que me la han confeccionado unas monjitas en su convento? No es una blusa bonita. Tampoco me parecen nada bonitos los pantalones de lino que llevé.
La culpa fue de doña Sofía. No me dejaba en paz mientras elegía mi ropa para ir a recibir las reverencias de nuestros militares en Galicia. Doña Sofía está muy preocupada porque el Rey no la quiso llevar a Marruecos.
-Fue con Corinna -me decía llorosa.
-Espero que no cace ningún elefante. Sería el fin de la Monarquía.
-El único fin que hay en Zarzuela es el de mi matrimonio -se lamentaba la Reina.
-Piense en otros hombres, Majestad. Nacen todos los días.
-¿Me estás diciendo que le sea infiel a Juanito? ¿Yo infiel?
-No decía tanto. Sólo le estaba sugiriendo que hay hombres muy interesantes para mirar cuando el marido no te hace caso.
Doña Sofía enciende un Ducados y calla. Es muy triste ver a una mujer enamorada de un hombre que no la ama. Me da pena. No sé qué haría yo si mi Felipín dejará de quererme. Creo que me metería a monja. Este pantalón de saldo y la camisa blanca de otros tiempos que llevé a Galicia ya me valían para recluirme en el convento.
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